Mis amadísimos compatriotas catalans y catalanes:
Mi muy admirado y querido Mosen Jaume Balmes y Urpiá, confrater mío, es el autor del primer libro de filosofía que mi padre que en paz descanse, excombatiente de la 5a Bandera de Sevilla de FET y de las JONS, me compró en una diminuta librería de viejo, que hallábase, a mis 16 años de edad, junto a la iglesia hispalense de San Andrés Apóstol, y fue aquél el primer libro que me entusiasmó por la metafísica. Fray Magín Ferrer es mi maestro de Carlismo, y el Sr. Vives Suriá, Secretario, a la sazón, del Tribunal Tutelar de Menores, fue quien me convirtió al Carlismo, si bien era yo ya profundo devoto de la monarquía de nuestros grandes áustrias y del Siglo de Oro español. Entiendo la lengua catalana y sus emparentadas Valenciana y Balear en sus distintas variantes, y deléitome en La Atlántida, de Mosén Xintu Berdaguer. Cataluña es más que una parte de mi patria, pues ésta no es divisible, es patria mía, como cada gota de sangre española y cada hueso y polvo del cuerpo de mis ancestros. Amo a Cataluña con todo mi espíritu y corazón, y ni a catalán, ni a ajeno, tolero me arranquen patria mía, ni sangre de las venas de mis camaradas compatriotas, ni tumbas de mis ascendientes y parientes, por muy lejanos que el tiempo los presente, sitas en España. Es lo más precioso de cuando quédame por defender en este mundo, do aún me acompañan brutos domésticos a mí afectísimos, españoles de nacimiento, lugar y amo paternal. Bendita la tierra que nos nutre y en vida nos mantiene; llévese nuestros cuerpos si los ha menester para que la patria alcance mejor ventura.
Mi espíritu estará ahí con vosotros, a través de mi mente amiga, que me transporta a donde convenga, en pensamiento, voluntad, sentimiento y misteriosa presencia.
Mi bandera lleva inserto el escudo de los Reyes católicos, con el lema Una, Grande y Libre. Ese Águila imperial coronada y con áura luminosa rodeando su soberbia cabeza no me la quita el hombre y sus secuaces los más funestos que haya tenido jamás España desde el Arzobispo de Hispalis, Don Opas, con su sobrino Sisberto, witizanos, ambos traidores en plena batalla, a nuestro Rey y soberano Don Rodrigo, ante cuya memoria me postro, aún dolorido por tan deplorable derrota y desastre para la patria.
Ver esa bandera que ahí eventualmente se muestra no me duele cual pensada como si fuera portadora del escudo ya usado bajo Fernando VII, pero repúgname como la de juán carlos y su constitución judeomasónica.
¡Ánimo valientes, habéis cofundado reyno e imperio español, Castilla y Aragón, y cuantas eran sus regiones, que son las nuestras! ¡Arriba España! ¡Visca Catalunya espanyola!.
Vuestro
Ricardo de Perea y González, Pbr°..
El texto de ese artículo será expurgado, D.m., de apreciaciones doctrinales no concordes con el Tradicionalismo español y antipluticrático, ni con F. E. T. y de las J. O. N. S..
