

Así pues he aquí los últimos cargos de Andalucía y Sevilla, de Fe y de las JONS reconstituida, en su última postrkmeroa : Ilm°. Señor Don José Maria Caballero del Arco y Moral Grande = Jefe Regional del Movimiento Falangista, inscrito, cara al Estado basura, cual partido político; Señor Don Jaime Muñoz de la Torre y Sánchez, Jefe Provincial de Sevilla y su orovincua; El Padre Ricardo de Perea y González, Secretario Provincial hispalense. Año 2004.
Los nombramientos para Sevilla Capital y su provincia fueron planeados por el creo que último Jefe Provincial de FE y de las JONS de Sevilla, Señor Don Abelardo Linares y Muñoz, finalmente cesado por el Jefe Nacional del partido, y ahora sí digo partido a boca llena, Diego Márquez y Horrillo, un vividor que liquidó la última Falange digna de ser considerada auténtica o genuina, y nada sectaria. Diego pidió insistente y reiteradamente a Don Abelardo que presentara la dimisión, pero esre se negó siempre a ello, contestando que si el sujeto ese quería cesar lo, que lo hiciese, como al final lo hizo, pues Don Abelardo continuó reprobado acervamente, con pleno fundamento y verdad, la conducta incalificable de aquel félon à la causa y organización falangista.
Don Abelardo sabía del priyecto de inminente ejecución, que tenían acordado Diego y el jefe de Falange Independiente, por entonces laicizada, antitradicionalista, antijoseantoniana encubierta y heterodoxa en materia de confesionalidad católica del Movimiento y del Estado, entre otras tesis.
Don Abelardo intentó conjurar el peligro de que cuando se produjese lo que los confabulados denominaban fusión, no hubiese vacío de cargos políticos de FE y de las JONS en Sevilla y su provincia, los cuáles, a la sazón, estaban desiertos, de modo que ante tamaña ausencia de mandos, los de la Independiente nombraean a hombres suyos para dichos cargos.
Acudió entre otros, a un tal Julio del Rey y Fernández, para que ocupase uno de esos cargos, pero Julio se negó a ello, pues era jefe de lo que Don Abelardo, en la cara de Julio, afirmaba ser una secta, una rama excindida de FE y de las JONS, excisión que se produjo por desacuerdo en cuanto al procedimiento y presunta legitimidad del nombramiento de Diego cual Jefe Nacional. Los jerifaltes de esa rama anduvieron en pleito contra Diego, disputandole la posesión de la «marca registrada», el nombre, mero nombre, pero con la carga inmensa propagandística que tenía ese nombre. Los que perdieron el pleito fundaron lo que llamaron sencillamente La Falange, grupo políticamente sectario del que Julio, hoy todavía tabernero de la llamada «La Bodeguita» en calle Álvarez Quintero de Sevilla, graduado social y durante un tiempo representante de la cantera de mármoles Alkael, era jefe provincial hispalense. Ante una de las Elecciones Generales me pidió figurar yo en las listas electorales de esa facción, a lo que me negué alegando tener, como Clérigo, prohibido pertenecer a un partido político. Entonces no había yo excogitado todavía la solución canónicamente legítima de ser miembro de un partido, pero sin estar sujeto a su disciplina. No obstante supe siempre distinguir entre Movimiento y partido, y, si milita se yo en la Falange joseantoniana, sabía que había de defender la tesis oficial de qye FE y de las JONS no era un partido, aunque figurase como tal, por imperativo pseudo legal y pragmatismo político coyuntural, en el registro de partidos, que el Estado ilegítimo imponía a las asociaciones políticas, paea que pudiesen participar en las Elecciones presentándose a ellas, ser votadas dichas asociaciones y aspirar sus miembros, propuestos como candidatos en listas electorales cerradas, a ocupar cargos políticos en el aparato del régimen pseudodemocrático actual.
Pero ahora se me presentaba una situación de emergencia para la gran causa Nacional española, sea cuales fuesen sus dimensiones demográficas. Y era Don Abelardo quien me pedía accediese a ser nombrado Secretario… ¿Cómo negarle a tan gran Camarada y mi mejor amigo laico ese favor? Anímica ente me era imposible rechazarlo y disgustar al Señor Linares, un asiduo y entusiasta oyente y asistente a mis Santas Misas de Réquiem y aniversario, por el eterno descanso del Excelentísimo e Ilustrísimo Señor III Marqués de Estella, primero el el templo de San Jidje, de la Hermandad de la Santa Caridad, en Hispalis, y luego cabe dicho templo. Los nombramientos y respectivas posesiones de dichos cargos fueron participadas al Jefe Nacional, entiendo que por el Jefe Regional, y Diego no contestó.
Poco tiempo después de los nombramientos y posesión inmediata de nuestros respectivos cargos, Don Abelardo, acompañado de otros camaradas, no recuerdo quiénes, fue al aeropuerto a recibir a Márquez Horrillo, que había anunciado un acto político en el salón del centro cívico municipal La Buhaira, para dar allí un mitin de proclamación de la mal llamada fusión, y la cesión del cargo de Jefe Nacional a un individuo de la Falange Independiente, o proveniente de ella. Según Don Abelardo, que quería hablar con Diego de nosotros, antes del acto, el desvergonzado se escurrió, de algún modo logró salir a escondidas del aeropuerto, y no dejarse ver por Don Abelardo y sus acompañantes, tampoco después sino en el mitin anunciado. El Señor Linares me telefoneó, contó lo ocurrido y me pidió acudiese al acto, al que iban a comparecer él, el Señor Don Jaime y Julio del Rey.
En el mitin el descarado Diego reveló nuevos nombramientos de Jefe y Secretario Provinciales de Sevilla, de Fe y de las JONS producto de la denominada fusión. Y no éramos nosotros, sino gente de la Independiente. El mediocre orador, de que se rumoreaba había recibido 12 millones de pesetas por la venta de la «marca registrada», del nombre, à la, Independiente, se marchó de inmediato tras el acto, nos ignoró, y nunca nos cesó ni él, ni su sucesor. Sin cese de un cargo, es inválido el nombramiento para el mismo cargo, de otra persona. De modo que, según esto, sigue habiendo en Sevilla Jefe y Secretario Provinciales legítimos de Fe y de las JONS que no son los reconocidos por «el nuevo partido de la fusión». No mandamos de hecho, pero ni hemos sido cesados, ni hemos dimitido nunca.
Por cierto dejé muy patente a Don José María, Don Abelardo y Don Jaime, que yo era Carlista, pero no vieron causa alguna en mi Carlismo, que empeciese ortodoxia y ortopractica en nombramiento y aceptación del cargo por mi parte. No éramos sectarios.
Lo peor de todo es que los nuevos y adveneduzos, que habían odiado siempre a la antigua Falange, no nos pidieron las fichas de los militantes de FE y de las JONS de Sevilla y su Provincia, fichero custodiado por Don Abelardo. Nunca obtuvieron esas fichas, en realidad no les interesaba estos militantes, algunos, muy ancianos, pero despaviladis, supervivientes de la Cruzada de 1936-39, coetáneos, por un tiempo, del propio José Antonio Primo de Rivera. Este último hecho nos repugnó profundamente a, Don Abelardo y a mí, también a Don Jaime, seguro, si bien este amigo mío era muy parco en palabras y de rostro impasible, generalmente in mutado, inexpresivo. Se trataba de una probanza inequívoca de que la nueva gente sobrevenida no era camarada de los verdaderos falangistas, ni de los falangistas históricos y militantes de más de 70 años de militancia ininterrumpida en el Movimiento. Los advenedizos gozaron de todo nuestro desprecio.
Ricardo de Perea y González, según lo dicho Secretario Provincial de FE y de las JONS de Sevilla, según los otros nó. «In dubiis libertas», et «in dubio pro reo».


