
Hay uno, muy metapédico, que se denomina a sí mismo «Nacional-revolucionario«, que defiende el disparate de que el fascismo histórico de Mussolini no era más que una mezcla de marxismo y nietschanismo (lo que hace que no valga la pena leer ni una sola letra de los artículos presididos por tan demencial tesis), y es uno que se dice de Izquierda, una gran y verdadera izquierda, pero, mira por dónde, la Izquierda original, acuñadora de su nombre genuino propio y característico, la Izquierda de siempre : liberales, marxistas y anarquistas, lo tachan de fascista «sui generis«, en el sentido izquierdista, adulterado y peyorativo del término. No es de extrañar que pase eso, si el tal se declara neo-fascista, para más inri, y se enzarza contra los evolianos, con tal vez alguna culpa de éstos, porque un evoliano cabal está por encima de filósofos cuyo nivel de conciencia está por debajo del, según el propio Barón, «iniciado«. El método psicológico sapiencial evoliano, místico-acético (en terminología mía), no es abordable ni por la filosofía, ni por el Filósofo, se sale de la experiencia racional común, dentro de la que filosofa el filósofo, y de la que, en cuanto filósofo, no puede salir.
El término izquierda política lo crearon los masones projudíos en Francia, revolucionarios pérfidos, poniéndose en el ala izquierda del parlamento, el ala principalmente jacobina, una peste de dimensiones espantosas. Pusieron a la derecha a los adeptos al Antiguo Régimen, a los irrelevantes que quisieron dejar con vida, substrayéndolos a la guillotina, para que pudieran acudir al parlamento, o «chamizo tabernario político supremo», a comparecer en la farsa de la «representación de la soberanía popular» y de «la libertad». Inevitablemente se repara en que no es casual aquella colocación, no fue hecha al azar, sino en concordancia con el anticristianismo o antocatolicismo persecutorio, criminal, asesino en masa y bajo régimen de terror que aquellos hipócritas liberticidas tiranos sanguinarios y embusteros embaucadores chusmistas profesaban. En efecto, Nuestro Dios y Señor Jesucristo dice que pondrá a los réprobos a su izquierda y a los Santos a su derecha, a la Diestra del Padre Eterno también. La Derecha simbolizaba y simbolizará siempre la situación de los salvados, los obtenedores, para toda la eternidad, de los frutos salvificos de la Redención. Aquella gentuza revolucionaria, que inventó el término Revolución, para nombrar propiamente su labor de subversión del orden monárquico y de política confesionalmente católica, de un Catolicismo auténtico, es decir, tridentino y tridentinista, no quería para sí estar a la derecha de Dios, de Jesucristo, no quería ser discípula suya, elegía la izquierda, y, pues obstinada en el mal, optó por lo justo para ella, aunque su idea e intención era negar la realidad de la divinidad de Jesucristo y su Santa Iglesia, a los que los izquierdistas odiaban visceralmente. Cuando Mussolini dejó de ser socialista marxista y fundó el Fascismo no llamó jamás Izquierda a su partido, en cambio cogió para su movimiento el término Revolución, dándole un sentido completamente distinto al que le daba y da la Izquierda. Ya entonces revolución, en el pueblo llano sano, se había destecnificado, pasó a significar cambio radical de la sociedad, o dentro de un grupo humano, o un transtorno muy grande del orden, una inversión de ideales, estructuras, cargos, métodos, un «poner patas arriba» el orden establecido. Fue ese significado vulgar el que el Duce adoptó para expresar la pretensión y función del Fascismo, de subvertir la subversión, de negar la negación, y afirmar la afirmación del orden ulteriormente subvertido por la canalla de Izquierdas, la liberal jacobina, y la marxista. Una revolución popular, nacional, en sentido vulgar del término, y contra la Revolución (en sentido técnico de Izquierdas) institucionalizada, fue lo que Mussolini expresó ser el Fascismo. Los jonsistas lo copiaron, orgullosos de decir que defendían la Revolución Nacionalsindicalista. Mientras quede claro que el término vulgar se use contra el técnico de izquierda, los de la verdadera Derecha lo toleramos, aunque con cierta repugnancia, pues incluso el sonido de la palabra revolución nos molesta.
Con la palabra «Derecha» se hizo injusticia en general. La Derecha era el monarquismo Tradicionalista, en sus vertientes absolutista, y temperada, respectivamente, pero de una monarquía en todo caso católica en España, Francia, la Alemania católica, Austria, Hungría, etc.. Se le asimilan las monarquías de confesión ortodoxa griega y la ortodoxa rusa. «Grosso modo» Derecha es «Antiguo Régimen«. Pero de ningún modo es derecha el partido liberal, con ese nombre o con otro. Con el advenimiento del socialismo y anarquismo, el partido y régimen liberales fueron injusta y antihistóricamente llamados Derecha política, fenómeno que subsiste hoy día con la misma pujanza. ¿Cómo llamar entonces a la que hasta entonces fue llamada Derecha, la del Antiguo Régimen? Los socialistas, que ya se habían apropiado del término «Revolución» para definir su basura venenosa violenta y criminal, inventaron el término «extrema derecha«, y los liberales se contentaron con el nuevo vocabulario, ellos eran la Derecha, y los de la antigua Derecha serían la extrema derecha, denominación con gran carga peyorativa refiriéndose a un grupo y régimen políticos extremistas en cuanto exagerados, abusivos, extremadamente egoístas y crueles. No nos gustó nada ni la idea, ni la expresión nueva «extrema derecha«. No la aceptamos como calificación peyorativa. Pero… pero… haciendo un esfuerzo de oído, y destecnificando en parte el término, sí nos enorgullecemos de extremar la Derecha cuanto se pueda, llevar el bien a su extremo, no siendo posible que haya, jamás, demasiado bien. Su extremo culminante es la Derecha Total.
Desgraciadamente los falangistas y jonsistas primitivos llamaban derecha a los liberales, copiando el lenguaje marxista, o socialista, o anarquista, o de cualquier otro chusmismo. A los Carlistas se los llamó derecha, pero sabiendo que se trataba de otra cosa, una derecha muy distinta a la otra realidad mal llamada derecha. Y los falangistas eran perfectamente conscientes, los joseantonianos, de que su ideario era más del 90%, y fundamentalmente, Tradicionalista Carlista, por ello tuvieron éxito intrínseco y extrinseco la fundación y labor de la FET y de las JONS. Y por tal motivo antes Víctor Pradera estuvo presente en el discurso de fundación joseantoniana, y Don Blas Pilar fundó racionalmente «Fuerza Nueva«, sobre la frase de José Antonio de que «la única fuerza nueva que hay en España somos nosotros y los Carlistas«. Las JONS sobran un tanto. Su obrerismo, en un mundo en que el obrero es generalmente un afortunado, está ya fuera de lugar y fuera de la realidad sociológica con la que nos enfrentamos actualmente, en vivo, los Tradicionalistas; y el estilo populachero de sus zafios militantes, salvo excepciones contadas, así como su repugnancia hacia los Reyes y Príncipes, también los de la Iglesia, hacia la Nobleza Histórica (expurgada) y el Antiguo Régimen, nos enfrentan, en cuanto la auténtica Derecha histórica y católica es nobiliarista, monárquica y jerarquicista de clases o estamentos. De igualdad, la mínima. Nobleza aguerrida ¡Al Poder!, Limpieza de Sangre, Nobleza de Órdenes Militares Religiosas, Señores feudales, Nobleza de Corte Regia, Patricios, Sippen, Grandes de España probados con rigor*,
(*A los felones haremos lo que Su Majestad El Rey Luis XIII y su Primer Ministro Su Eminencia Reverendísima el Cardenal Richelieu mandaron proveyese el parlamento en sesión penal contra los Condes respectivamente de Luxe y de Chapelles)
Caballeros de Órdenes Militar Religiosas, Jefes y Oficiales del Ejército y la Real Armada, Doctores, Catedráticos, Académicos, Ingenieros, Arquitectos, grandes Aristas y grandes Mecenas, progreso eugenésico, avance en la regeneración de la raza, Euetnesia, y la euetnosia de la raza que estimemos más sublime en su conjunto y en sus próceres. Nada de tú a tú con gente de oficios viles, ni bajos, ni operarios con mono azul de donde el azur de las camisas de Las J.O.N.S.. Ni exaltación, por encima de grandes sabios, o grandes guerreros, del obrero; ni culto al «proletario», desprecio por sus modos rústicos y su diminuta inteligencia. Obtendrán privilegio quienes de éstos se revelen héroes, y los de alta Sangre de entre ellos obtendrán título honorario de hidalguía. Probada heroicidad en su descendencia otorgará carta de Nobleza.
Del baron de Evola asimilamos de buen grado su crítica aristocraticista, pero no su contradicción cuando por un lado pone que la Edad de Oro (ovídica, cf. Metamorfosis) de la Arianidad es la del predominio de la Nobleza Sacerdotal o Pontifical y Nobleza de Sangre, no del estamento militar, y, por otro, considera que la clase guerrera es la máximamente Aristocrática y noble. La Aristocracia primigenia es la de Sangre, se forja ordinariamente en el Arte de la guerra y en ésta mísma , pero principalmente en su propia realidad de Sangre y en el culto «pontificio», el regio, el noble, y el cultivo de la diplomacia, sabiduría, orden de generación de Arte sublime, construcción de templos, creación de bibliotecas, escuelas, Civilizacion; el dominio territorial o Señorío, el dominio político, la labor política, la Magistratura y el Derecho. Salvo rara excepción, no queremos a plebeyos en cargos políticos. Si es necesaria nueva aristocracia, y de hecho existe, se la toma, pero se procurará la conservación de la hereditariedad, rectificada con las pruebas que sean necesarias, con cierta apertura de los estamentos, de modo que los individuos no se hayan de circunscribir todos, siempre y fatalmente, contra motivos racionales, a clases cerradas. Esto, defendido por Vázquez de Mella ha de ocurrir, si no hay un estamento como el antiguo patricio, que no ha menester importación de exógenos, y con este vocablo no aludimos a raza en sentido mendeliano, sino a linajes extraños pero dentro de la misma casta o raza.
La Derecha Total tiene derecho a llamarse así y no es combatida por la Falange Española Tradicionalista y de las J. O. N. S., en cuanto entiende el significado de nuestros términos técnicos, y nosotros el de los fascismos.
Por lo demás no necesitamos asumir el abyecto lenguaje de la Izquierda, son los secuaces de ésta quienes nos usurpan nuestros vocablos técnicos, los adulteran y los usan, ya adulterados, contra nuestro ideario, contra nosotros y contra nuestro propio lenguaje original y genial.
C Æ S A R, » Aut Cæsar, aut nihil».
